sábado, 18 de abril de 2020

Analogías

Existen personas muy especificas. Concisas.
Que aman la claridad y la sinceridad a toda costa. 
Que prefieren los acontecimientos puros, antes que cualquier tipo de invite a la imaginación. 

Katrina Pepina no es así. 

Ella vuela. Su mente vuela al viento. Oscila en el agua. Chisporrotea al calor del sol y luego se asienta como polvo viejo sobre la superficie correosa de la tierra. 

Va tratando de explicar sentires y sentimientos de las maneras más burdas. Imaginando hormigas y montañas de polvo. Las olas, sus mejores amigas. 

Ama las analogías. Los ejemplos inventados y las suposiciones. Apenas hoy, en un diálogo acalorado, explicaba a Escorbuto como para ella era expedito resolver al momento las situaciones:

-Para ti - decía -, el hablar de algo es hablarlo y quedarse a medias y todos de repente se van, y la cosa está olvidada. El asunto en cuestión se nos ha vuelto un cúmulo de tierra. Y tu vienes, lo esparces con la escoba y te conveces de que ya no existe. En cambio, para mi, el polvo desparramado ha hecho más escandaloso todo, porque el no haberlo recogido, dará pie a que se siga acumulando, hasta crecer más allá de lo permitido. Y entonces voy a tronar. Así que siéntate y limpiemos... 

Se imaginarán ustedes la cara de profundo hastío que profirió aquel. 

-Pero entendió. Es lo importante. 

Hoy es un día especial. Hoy, hace ya treinta y tres años, Má dejó de ser Yoli para convertirse en Má. Algunos dirán que fue Má desde la concepción, pero fue plena y horrorosamente consciente de ello hasta que vio la cabeza greñuda de Katrina Pepina sobre su pecho, enredada en una sabana de color rosa pastel. 

Katrina Pepina se dice feliz. Agradecida, al menos, por haber llegado hasta aquí. Puede comer, correr, reir, ver, cantar y oír. Ir al baño de manera independiente todavía, sentir el sol sobre su piel. Es precioso, es suficiente, es más que suficiente. 

Sin embargo, hay momentos, oscuros y dolorosos, en los que su interior grita. Clama, suplica ser escuchado. Muchas veces a través de estos textos. El día de hoy, en su cumpleaños, se siente así. 

Como un pájaro que armó su jaula por propia voluntad. 

Ella ama la libertad, las oportunidades, las personas, las nuevas experiencias, los vínculos. La variedad. 

Y hoy, anhela usar todas sus capacidades presentes para vivir. Pero está en la jaula. Es preciosa, adornada con cordeles de oro. Flores por doquier, una niña preciosa la ronda todo el tiempo cantándole melodías inéditas, un compañero que la resguarda incluso de si misma. Tomatito y agua fresca. 

Quiere romperse la madre. Quiere aventarse al vacío con las alas que ella misma cortó. Creer que todavía funcionan. Caer en el zoquete y dando de tumbos, reir a carcajadas porque finalmente, después de quince años y una vida, supo lo que era volar. 

Sabe que el día que se atreva, lo perderá todo. Para ganarse ella misma. Tiene miedo de no poderlo soportar. 

Así que hoy, en este día especial, le abrazo, le consuelo, le hago cosquillas y le limpio las lágrimas una vez más. 

-Feliz cumpleaños, niña con sueño. Y con un sueño. 



viernes, 20 de marzo de 2020

Tus manos


Me tocan, me calman, sedan mis miedos, arrullan mis sueños.
Me aman despacio, me sonríen, me tientan.
Tus brazos.
Son el oasis que me acoge después del naufragio. El sitio de mi paz.
Tu boca.
Sonríe, me besa, me habla.
Tus besos son postre de durazno y leche. Tibios, dulces, suaves.
¡Y la forma en que me miras!
Nuestras palabras y promesas echadas al viento, en tus brazos se vuelven realidad, al menos por un momento. 

Personas

Personas.
Personas adultas.
Personas que aman, se entregan, que sienten.
Luego asustados, se van. Escapan.
Huyen de sentir, de querer, de decir la verdad.
Sustituyen.
Callan sus miedos entre piel y cuentos.
Lloran en secreto.
Llenan sus vacíos de otros. Los comen.
Y si eso significa madurar,
No quiero dejar de ser niño.
Nunca.

lunes, 9 de marzo de 2020

Caminatas y rencores

Ella te besaba, y tu pensabas como destruirla.
La estudiabas, estudiaste. Buscaste el momento preciso.
Flores, sueños, anillos, promesas. La llenaste de todo. Le entregaste tu vida a manos llenas. Derrochaste miel, agua, leche en su vida.
Y poco a poco, ella florecía.
El tiempo pasó. Tus tristezas y amarguras te hicieron olvidarte de todo. De ti, de ella, de ambos. Ibas por los cuartos como algo muerto, dormido.
Ella te abrazaba. Te llenaba de palabras. Te empujaba. Te cargaba a veces.
No lo notabas. Estabas ocupado sufriendo. Por ti, por ella, por todo lo que no existía, por lo que no llegaba.
Un día, se cansó. Eran dos pero sus fuerzas no bastaban.
Decidió alejarse un poco, pedir ayuda, buscar nuevas fuerzas.
Y se perdió.
Por rumbos nuevos, diferentes. No siempre buenos.
Iba cegada por lo que veía. Físicos perfectos, objetos caros, gente vacía. Parecían felices.
Quiso ser como ellos.
De vez en cuando, ella volvía. Quería levantarte.
Te hablaba, te gritaba, te empujaba. Te necesitaba.
Tú, al principio ni lo notabas. Ella era diferente. Su sonrisa era otra. Cada vez más falsa.
Su piel, más perfecta. Su voz, más actuada.
Y sufrías. Por ti. Por lo que no existía, por lo que no llegaba.
Y ella se volvía a ir.
Nunca quiso dejarte ahí. Tu no querías levantarte.
Se fue.
Al volver, sus ropas eran distintas. Lo notaste. Sus ojos, vacíos.
Ya no estaba segura de querer volver a ti, decía.
No porque lo que allá había fuera mejor, sino porque tú no mostrabas intenciones de seguir. Querías permanecer ahí, y mantenerla contigo.
Y lo decidiste.
La besaste con ternura.
La tomaste entre tus brazos.
La viste tan diferente.
Ella, ingenua, torpe y llena de errores, creyó que por fin seguirían caminando. Se regocijó como una niña.
Y de repente, le arrancaste las ropas.
La señalaste, la maldijiste por haberse ido.
La acusaste de fallarte. Rompiste lo que trajo en sus manos para ti.
Y sufrías. Sufrías por todo lo que allá lejos había vivido.
Te dolía, decías. Lo que allá experimentó.
Pero no quisiste ir.
No te culpa. Está en su corazón, en su sangre, ver, oler, vivir, soñar.
Ella quiso, quiere siempre, hacerlo contigo.
Pero no quisiste ir.