miércoles, 28 de julio de 2010

Entre warros y arrabal...

Un sabio albañil dijo una vez: "Cuando se entrega el corazón se desfachata el cuerpo".

Katrina Pepina anda haciendo nuevos amigos. Aumentando su lista de personas para enviar tarjetas de navidad. Espera que de esa manera le lleguen más. Porque el catorce de febrero pasado nomás le llegó una cartita, ¡de su tía!

¿Cuánta gente se pone gorda, y vieja, cuando decide que ha encontrado la tuerca, -o el tornillo- de sus sueños?
Y descuida los amigos, la familia, se le muere el perro, o de a tiro se le olvida lavar los trastes hasta que en su casa parece que se está grabando la película esa de "El Departamento de Joe". (Dícese de la peli donde un tipo vive en común acuerdo con un montón de cucas muy cotorras).

Eso no ha sucedido con Klink, Diógenes y Natolio.

Se conocen desde que eran Klinkito, Diogenesíto y Natolito (como que se me antojó un atolito...), hasta el biberón se compartían. Y a pesar de que encontraron a los pellejos de sus sueños - hablando de la amistad eterna - no se ponen viejos y no se dejan engordar.

Klink suelta unos albures que le salen natos.
A Diógenes le deberían poner la canción de "Negrito Sandía..." por aquello de las groserías...
Lo cierto es que hay pocas personas en las que las malas palabras suenan tan buenas, y Diógenes es una de ellas.
Natolio tiene tantos agujeros como un queso Gruyére. Y es buenísimo para organizar pachangas.

Mientas tanto, Katrina Pepina se entretiene mucho conociendo a esos viejos conocidos que conocía pero que no les hablaba.

Una filosofadera que sueltan. Les hace falta otra lengua pa' poder echar la sopa con mas vuelo.

Hasta ahora se ha divertido. Y ha aprendido mucho. Espera seguir asistiendo a sus fiestas y escuchando su radio (www.dtpradio.com y no es comercial). Y espera poder volver a platicar con la Má de Natolio de una manera tan entretenida.

Katrina Pepina los ve y recuerda sus tiempos de chiclosidad. De cuando mandó a volar a Escorbuto con La Coloidal a un lado. Cuando iba de vacaciones con La Misteriosa Chica del Nombre Muy Largo y Suit Flauer, y se ponían chulas pa ir a comprar tortillas.

-Ah, pero que divertidas aquellas. Aunque éstas no están nada mal, nada mal....

martes, 27 de julio de 2010

Días de Feria.

Tres pies quebrados, un descalabrado, dos borrachos dormidos y niños desvelados.
Ojeras verdes y moradas. Pies con callos y cabellos llenos de laca pegajosa.

Ese es el saldo reportado despúes de los días de feria.

Muchas chanclas llenas de lodo. Calles con olor a orines.

Y el hambre de revoltijos de estómago para los chiquillos que pagaban veinte pesos por echar el jotqueic con cajeta después de una buena zarandeada.

El otro día, paseando por la feria, un niño dice:
-Yo mejor me pico el tragadero y me ahorro los veinte pesos pa' las maquis.

No cabe duda que es el tiempo del despilfarro. Así como los niños pagan por marearse en un jueguillo, los adultos pagan por botecitos llenos de juegos pequeños dentro, yo supongo, porque se los toman y de todos modos terminan mareados y echando las tripas.

Y se ríen a carcajadas. Y gritan con emoción. Se tiran en la cama y sienten el vértigo de la rueda de la infortuna - por aquello de los salados que se cayeron con todo y canasta, derechito, hasta el suelo y ¡mocos!-.

Y luego dicen que son muy adultos y muy machos, ja! Cuando pagan por lo mismo por lo que chilla un niño.

domingo, 25 de julio de 2010

¿Por qué tu llanto, niña del espejo?
¿A qué le temes más que a la propia vida?
El sol se pone a tus pies cada día.
¿Por qué sufres, pues?
¿Acaso no eres hecha para soportar y mantener, dar a luz?
No temas. No llores más.
Respira profundo. Libera. Perdona. Renuévate en un suspiro.
Toma de tus ojos la luz mas tierna del amanecer y guárdala en tu corazón.
O en tus riñones. O tu vejiga. O en tu baso.
Donde perturbe y acrecente, donde confronte y descubra lo más oculto.
Que tu nueva luz llegue hasta debajo de tu cama. Hasta tu viejo ropero.
Porque nada vale más que un ropero lleno de aire y soles blancos.
Entonces nada te ha de faltar.

viernes, 23 de julio de 2010

Las contradicciones de lo tangible

Después de la graduación, Katrina Pepina recibió muchos regalos. Un superteléfono super mágico con conexión al espacio. Un aipot rosita. Un ramón de flores.Una bolsa blanca. Dos pares de aretes nice, un anillo como el de los power rangers. Y de ella para ella, una lap.
Y entre el trabajo, las visitas y la corredera, la ingrata no ha tenido chanza de disfrutar de sus nuevos objetos personales.
Un día decidió sentarse a entender el chulicel con tantas aplicaciones hasta que le dolió la cabeza.
Al día siguiente intentó divertirse con la lap. Y como que no tuvo gracia. Sobre todo cuando se la quitaron de las manos para azotarla como si las teclas estuvieran fallando. Decidió guardarla hasta estar sola. Bien sola. Hasta que pudiera acariciarla como se merecía.
Al aipot no le metió música porque no tiene.
Y después de todo eso, lloró.
Lloró de coraje, de impotencia. De carencia de manos.
La pobre no sabe qué hacer con tanto. Nunca había tenido tantas cosas tan bonitas que siempre habia soñado.
¿Porqué las personas somos así? ¿Es una epidemia loca del género humano?
Siempre generando necesidades. Siempre queriendo más.
Ahora Katrina Pepina necesita un maletín, un nuevo ratón, señal espacial, un vestido para teléfono y unas bocinitas para su aipot.
Y le choca.
Ella pensaba que el tener un objeto nuevo te hacía mejor persona, o el tener un título, una cuenta en el banco.
Nada.
Detesta la codicia.
Y tiene que adaptarse a este mundo donde lo material define lo cultural.
Los libros no son así. No importa si son viejos, o están sucios. No se llenan de virus. Se caen y en el mejor de los casos no se rompen. Y después de todo lo anterior, los abres y son perfectos. Sus palabras no se corrompen y no necesitan actualizaciones. Pueden darse eternamente. No sólo a uno. Porque no son egoístas ni "personales". Están hechos para dar, para ser vistos.
Hoy, después de luchar contra la tecnología, Katrina Pepina se estaba amoldando a su nuevo intercomunicador. Y lo perdió.
Y volvió a llorar. No por el valor del los objetos. Por el esfuerzo que tuvieron que hacer para proveerle una comodidad como esa.
Ahora va a golpear al ladrón. Y lo va a hacer llorar hasta que suelte la sopa.
Descubrió que prefiere tener sus pertenencias -aunque sea un cajón- pero estarles echando ojo a diario.