jueves, 28 de diciembre de 2017

De trapos y servilletas

A finales del año decide Katrina Pepina dejar por aquí unas letritas, para que no se dé todo por perdido. Involuntariamente el año se ha vuelto lucrativo.

- La vida es un trapito. - Se oye decir a la filósofa. - Imagina, llegas a este mundo con un trapito en la mano y otros muchos trapos, de la misma tela, en la otra. Conforme vas relacionándote con otras personas, intercambian trapitos, y los obtenidos los vas cosiendo a tu trozo. Se convierte en una servilleta, una cortina, ¡una lonota! Como esas cobijas hechas de cuadritos de tela, diferentes. Así se va formando nuestro carácter, forjando nuestra historia. Algunos trozos son grandes. Otros son apenas perceptibles. Unos raídos de tanto acariciar, y otros rasposos que nos dieron lecciones. No es mi idea, la leí por ahí. Pero así me la imagino.

Mientras describe su concepto, recuerda las personas que han dejado sus trocitos de tela con ella. Los que siguen aquí, después de tantos años: Escorbuto, más dulce y cansado que nunca, menos soñador pero mas valiente; Caramelita, quien se ha convertido en la Señorita Caramelo y es ruda por fuera pero con un interior sumamente esponjosito, como esas ramitas secas que hay en el campo; Refus, infaltable a pesar de la distancia, productivo e independiente; Chico Gruños, adorable padre de tres retoños; El Joven de la Cola Larga, ya no tan joven pero más sabio y más feliz. Le es inevitable pensar en aquellos que se fueron para no volver, al menos en un futuro inmediato: El Primo Gringo, orgulloso de sí mismo y amante de las fiestas y los viajes; Klink, ex amigo de repente después de enamorarse; el desconocido Jefe, quien nadie por aquí conoce pero era importante para la vida laboral de nuestra susodicha hasta que decidió que no era tan digna de su honorable amistad; Diógenes, a quien da gusto saludar pero con quien los caminos cada vez se encuentran menos; el Chabacano Impoluto, personaje profundamente querido, pero en un planeta donde al parecer la amistad -de Katrina Pepina nomás- no es ni necesaria ni permitida. Mención aparte para aquellos que no esperan volver ni en el futuro inmediato, ni nunca: Má, con alitas blancas y vestido amplio que disimula sus piernas delgadas, hermosa y radiante, o abono de plantas; Champi, compañero fiel hasta el día de su trágica y dolorosa partida.

- Ellos y más, dejando sus hebras por mi servilleta, sus trapitos a cambio. Inevitable quererles, estimarles y hasta odiarles tantito por haberse ido. Pero así es la vida. Caminito andando.

Encontró también nuevas personas que le han dado más sentido a su vida, un nuevo enfoque. Siendo la más importante la dulce Cachetina, tierna, valiente y berrinchuda. Con ella espera, de todo corazón, pasar el resto de su vida, dándole sus mejores trapos, los que más abrigan, los que la hagan feliz.

- Su trapito es mi favorito.

Hoy decide, antes de finalizar el año, dejar ir a los que se fueron. Darles avión. Recordarlos con cariño, pero también con distancia, para que no calen. Así puede hacer cachito para los que vengan, para que haya dónde sentarse.

Rumianta

No sabe por dónde empezar. Ni cómo funcionan las cosas. Pero las ideas -antes precisas, ahora difusas- se le desbordan por las orejas. No la dejan dormir. La velocidad del tiempo, lo efímero de la vida, los complejos y certezas nadan por su cabeza como pecesitos color naranja, con los ojos siempre abiertos y flotando hasta en la hora de la siesta.

Katrina Pepina está atormentada. En ella no es novedad, conociendo su carácter y su necedad. Su necesidad de control y aceptación no resueltas. Ha descubierto de la manera mas infame que se trata de una rumiante. Así, como lo leen, una total y completa rumiante descascarada. 

Independientemente de su complexión y aspecto por estos días, pues debe admitir que hubo mejores pero muchos peores, y de la lactancia prolongada que amenaza con convertirla en nodriza de servicio a domicilio; la cajita mágica -llena de basura y uno que otro dato falso- le ha platicado a través de una reproducción automática, la cual no fue solicitada, que las personas depresivas resultan de la nutritiva mezcla de melancolía y recurrencia de pensamientos. Del análisis insistente de las situaciones y los hechos, y de que el resultado del mismo no lleve a ningún lado. A este ejercicio de traer la cabeza ocupada todo el día en dilaciones sin sentido pero con el afán de hallarlo de algún modo, le han denominado "rumiar" los pensamientos. En este punto es útil recordar que los rumiantes son aquellos animales que, después de masticar e ingerir sus alimentos, tienden a rejurgitarlos, para volver a masticarlos un tantito más. Algo así como llevar lonche sin lonchera.

Esto, inevitablemente, le sucede a Katrina Pepina. Sobre todo cuando se trata de sucesos en los que se ve agredida de algún modo. Siempre ha tenido paso a suposiciones. Las cuales la llevan a equivocarse casi todas las veces. Es capaz de hilar un trama complicadísimo detrás del mal gesto de la compañera de trabajo, o de recriminarse por días el no haber reaccionado de cierto modo en un preciso momento. Hasta revive en voz alta los acontecimientos para poder mostrar a si misma su respuesta, totalmente innecesaria y fuera de tiempo. 

Estas acciones, aparentemente comunes, se han convertido en un problema para ella. Hay cosas, y ni se diga personas, que no es posible entender, o que no responden a un patrón propio o establecido. Y aún comprendiéndolo, dándolo por sentado, le es imposible soltar. Soltar la preocupación, la ira, la culpa, la vergüenza, el perdón, la expectativa, el autodesprecio disfrazado de disciplina. Así anda la cabeza de esta dama por estos días. 

Seguía el sabio y profundo vídeo de treinta segundos, explicando que las personas con este tipo de pensamiento debían buscar una fuga y un descanso a su tormento. La escritura, la pintura, la escultura algunos de ellos. Y como Katrina Pepina no esculpe bonito ni en jabón, y lo más profundo que ha llevado su pasión por la pintura es con acuarelas vinci, escribe estas palabras con afán de descansar, de perdonar y de olvidar. Al menos por un rato.

-Ya me siento más sueltita. - Comenta la campante mosquetera sin espada. A ver qué se viene sacando de la manga...