martes, 21 de diciembre de 2010

En gringolandia...

El Joven de la Cola Larga se fué de pinta. Atravesó una gran extensión de tierra para llegar al estadio de la Catsup más rica.

Estaba totalmente anonadado. Extasiado. Por fín, después de sentirse como un extraño en tierra de nadie - a excepción de unos cuantos insulsos- por fín estaba en su planeta. Entre monos que hablaban como él y que ¡podían entender lo que decía!

No dudó ni un momento en meterse entre la bola de salvajes vestidos de vivos negros con amarillo. (Aquí hago un paréntesis para preguntar, ¿Alguien ha visto un vivo negro?¿Saben distinguirlo de un muerto negro? Ash, las mujeres y sus colores; se oye decir por ahí.)

El caso es que durante todo el partido se embriagó, gritó y hasta les enseñó unas porrillas de esas que canta él en el soccer. Ya saben, la clásica de "yo si le voy le voy a..." Los gringuetes se veían simpaticones pelando los ojos ante semejante greñudo que se desgastaba el galillo.

Hasta ahí todo bien. Pero resulta que nuestro susodicho, después de cinco cervezas, dos jotdots y tres litros de agua decidió acudir a hacerle espacio a la chela que acababa de adquirir. Sin embargo, el Joven de la Cola Larga se perdió. Se perdió y bien perdido. Sus amigotes lo buscaban afanosamente, hasta que en la pantalla superior se enfocó a un fulano que corria como loco con rollos de papel de baño por toda la cancha. Fué todo un espectáculo. Amenazaba efusivamente con hacer ahí mismo si alguien no le indicaba donde estaba su jugador favorito, un tal Troy Polamalu.
 
Fué tacleado varias veces y pellizcado otras tantas. Pero no renunció. Hasta que la estrella mencionada cedió a tomarse una foto con él con tal de que dejara continuar el juego. Después de esto, fué echado a las afueras del estadio con su foto y dos rollos gratis de papel. ¿Qué más podía pedir?
 
He aquí la evidencia de este suceso. Será guardado como un recuerdo feliz para uno y como el colado de los rollos para muchos, pero eso es lo de menos.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Esta es la historia de un chabacano...

Desde pequeño vivía soñando con tripas y firmas. No sabía que quería decir tan confuso sueño, y decidió investigar...

Empezó a pensar seriamente en ser taquero de tripitas, de esas que se piden o suaves o doraditas, así que compró dos kilos en la carnicería y con esmero se puso a cocerlas en un cazo. Sin embargo, al tratar de hacerse un taco descubrió que la cebolla lo hacía llorar demasiado, así que lo dejó por la paz.

El sueño era recurrente, papeles, visceras y una linda pluma brillante.

Después decidió hacerse famoso. ¡Tal vez eso significaba su sueño! Fimas de autógrafos, de discos. ¡Si, eso era! ¡No podía fallar esta vez!

Se puso unos pantalones muy apretados, su suéter roto de rockstar, como el de los niños galanazos de la tv, y salió en busca de algo que lo ayudase a cumplir su objetivo.

Pero no pudo. No lo llenaba. Toda esa gente con la que convivía estaba hueca, en lugar de frutilupis tenía papel de baño usado, y el corazón se les estaba asfixiando debajo de almohadas de silicón.

Volvió a casa confundido, y soñó de nuevo...

Hace tiempo ya de todo eso. Años quizá. Hoy ese chabacano duerme tranquilo, con la paz que sólo da una noche sin sueños.

¿Que si descubrió ya su respuesta? No lo sé. Pero espero que así sea.

Un día despertó tan lúcido que al momento salió de casa, estudió, leyó y vivió. Y se convirtió en Matasanos.
Ahora ha de firmar recetas al pormayor con su plumita brillante, cargará con historiales y experiencia, y ha de ver más entrañas de las que veremos tú y yo en nuestra vida.

Felicidades Chabacano Impoluto. Un sueño duerme ahora y despiertan muchos más. Ya después sabremos como continúa tu historia...

lunes, 13 de diciembre de 2010

De dientes y parientes.

Katrina Pepina, muy a pesar de sus arruguitas debajo de los ojos y esos kilillos de más que cargan sus pies, se siente jovencita. Un retoñito dicen por ahí.

Sin embargo, cada día es más conciente de cómo el tiempo pasa y las cosas se transforman, de cómo la vida se va rápido. Un día estaba aprendiendo a escribir su nombre, luego se sorprende con un tambor a cuestas y hoy que se mira al espejo descubre a una completa extraña.

Observa detenidamente a su alrededor y nota también los cambios en quienes viven con ella -o sin ella-. Ha visto nacer y crecer a los frutos del amor de sus amigos más queridos. Ahí están Pequeño -el nuevo ahijado de Katrina Pepina- con sus tres añotes a cuestas, Más Pequeño quien ya cumple dos años pronto y tiene un léxico de camionero, el nene de Suit Flauer al que espera conocer pronto, y el joven Chao-Lin, con esos ojitos sin cejas pero cabellera abundante.
 
Katrina Pepina se encuentra cada vez mas convencida de que todo cuanto existe se desenvuelve en círculos, empieza, recorre, se cierra. Y lo que no se cierra bien tiende a repetirse hasta aprender la lección.
 
En días pasados tuvo la suerte de ver de nuevo a Gonzalita, la chachalaca, que ya tenía días sin asomar molleja. Le dió gusto verla de nuevo, pero le dió más gusto el conocer a los nuevos siete integrantes de la familia. Cinco pollitos amarillos y dos cafés. Sabe lo mucho que Má trató de evitar que Gonzalita empollara por el venidero frío y porque "no hay dinero" pa' darle de comer a tanta gente. Ahora sabemos que eso a la señora chachalaca le tiene sin cuidado. Que a ella el frío y lo que venga le hacen lo que el viento a Juárez. Anda corriendo por aquí y por allá con su desfile de criaturas piantes a todas horas.
 
A su servidora le da mucho gusto y susto ver las maravillas de Mamá Tierra. Y hoy agradece de manera especial a esos amigos suyos que, a pesar de no ser hermanos de sangre, incitan a sus peques a que la llamen tía, madrina. Son títulos muy bonitos que espera desempeñar como se deben. Con dulces, caballos de juguete y chetos anaranjados.