viernes, 19 de febrero de 2021

Año cinco

La dulce Cachetina cumplió cinco.

Escribe su nombre con la mano izquierda, aprende rápidamente letras de canciones y es medio ruda. Habla inglés fluido, su color favorito es el rosa, su pasatiempo la tableta y su juego el Among Us, Mamá no sabe qué es.

No usa mezclilla, siempre telas suaves. Su cabello al viento es su mejor accesorio. De color castaño claro cenizo, siempre a los hombros, brilla con la luz del sol. No sonríe para las fotos, saca la lengua o hace pucheros.

Katrina Pepina y Escorbuto quieren hacerle algo especial. 

Su cumpleaños fue el jueves, y no hubo pastel, sólo pollito asado y unos chocolates a granel. 

Ve a Mamá comprar platos, churritos y dulces. Ve a Papá limpiar el patio y hablar de mesas y refrescos. 

- ¿Qué sucede? ¿Tendré una fiesta? - pregunta muy emocionada.

— No, es la fiesta de otra niña. - contestan los tramposillos.

Su carita se agacha, su corazón se aflige. Ella deseaba una fiesta, un pastel, amigos y su cama elástica. 

— ¿Puedo ir? ¿La niña, querrá invitarme?

— No lo sabemos, necesitamos preguntarle.

— Pues yo pienso que sería feliz si yo llego a su fiesta.

Niña preciosa, inocente, dulce. Todo el mundo será feliz cuando llegue ella. Hace unos días, entre risa y risa, contaba a su mamá cómo le gustaría llegar a un lugar y que todos gritaran: ¡Feliz cumpleaños!
Así que quienes la aman, quieren hacerla feliz. 
En equipo y con mucho cariño, cada quién hace lo que puede para contribuir.

- ¿Qué cara pondrá? Ya queremos verla. Pero seguro valdrá todo el esfuerzo y el amor que hemos puesto en esto.

Feliz cumpleaños número cinco, cabecita de melón. 

jueves, 18 de febrero de 2021

Historia de un nacimiento

Hace cinco años, un día como hoy, una mujer de mejillas rosas, cabello largo y negro se encontraba en el hospital. Atada a una cánula, con la aguja chueca en el dorso de la mano, sin calzones y con un bata azul pardo sobre una camilla igual de parda, esperaba Katrina Pepina, llena de dolor y felicidad, el nacimiento de su primer hija.

Cachetina sería su nombre, niña greñuda de cabellos marrones y cara de puchero - se parece a su padre, dicen -.

Contracciones indecibles, estertores, llantos y gritos, acompañaron el memorable acontecimiento, que a pesar de ser breve, es inolvidable. Paredes verdes alrededor, mujeres multíparas con ira en los ojos y las nuevas, como ella, con caritas llenas de lágrimas y de incertidumbre. 

Parto inducido fue. Las contracciones no llegaban y el agua se derramaba. Oxígeno. Tacto. Oxitocina. 

Al fondo, entre dolor y dolor, 'nuestra canción' de Monsieur Periné, sonaba por la clínica. Benditos buenos gustos de los médicos aquellos. Esa era la señal divina que Katrina Pepina necesitaba para saber que todo estaría bien. Dios había puesto una de sus canciones favoritas en medio de todo y de la nada, para mostrarle cuánto las amaba. 

Una cuarenta y tres de la mañana, dieciocho de febrero de dos mil dieciséis. Siendo la última en sala de parto, pero superando las expectativas de los médicos de turno - entre cuchicheos se enteró después que apostaron que alumbraría a las siete de la mañana - nació nuestra niña.

Episiotomía indolora y sutura sin la misma suerte.

Llanto rápido, piel rojita. Tres kilos ciento cincuenta gramos y cincuenta y dos centímetros de dulzura y perfección. 
Mamá la conoció. La tuvo sobre su pecho y le cantó, una y otra vez, lo que ya en la pancita ella conocía.

Se veía una persona recién nacida, cargando a una pequeña bebé.

Cachetina es resiliente y profundamente fuerte. Así lo mostró desde que nació. No es de llorar, o de tener miedo. Enfrenta las cosas estoica, sin llorar, sin temer. Sólo espera. Y duerme, duerme con profunda paz, como el que sabe que las cosas sólo son y serán bien. 

Esta es la historia de cómo llegó al mundo, de cuán amada es desde entonces, de lo bello de sus ojos y su corazón. 

- Siempre la contaré para ti. Pero si un día no estoy, aquí está, para que no la olvides, niña mía.