miércoles, 6 de julio de 2022

Ropero

- Má, ¿cuando vuelves por tus cosas?

Pregunta llorando Katrina Pepina, en un rinconcito de la recámara, a oscuras. 

Autos pasan por los charcos de julio. Televisión al fondo, caricaturas. Cachetina al volante.

La ilusa viene llegando de terapia, donde habla, le hablan, la soban, la levantan y la mandan a seguir.

Se agüita porque su sueño era correr a los brazos de Cachetina al finalizar el día, pero no quiere que la vean llorar. No sabe ni porque llora. Viene recién sobadita.

Mira desde el piso ese closet enorme, lleno de tiliches y baratijas, al que no le cabe una chamarra más, aunque Katrina Pepina piense que si. Escorbuto huye. Le cae gorda y no quiere gastar sus preciosas energías gimnásticas en semejante cosa llena de mocos.

Ella sólo puede pensar en que ya está cansada, ya no quiere estar cuidando las cosas de Má para ver cuando vuelve, mira que hacen mucho bulto. Cosas de Má, de sus Tatas, de Nosequién. Le asombra la gran durabilidad de las susodichas. La manera en que existen, más allá de la vida y la muerte, impasibles, indiferentes.

Llora porque no importa lo que haga, su sueño de dormir en brazos de Cache hoy no es. Porque sólo quería reír y abrazar a los que ama. Porque quería compartir su risa y su luz. Y en lugar de eso, escribe, aquí, así.

Debería ser valiente, debería salir y limpiarse los mocos y aventar ese ropero que la engaña con la idea de que Má un día volverá. Debería aferrarse a la vida y sonreír más allá de lo que hay o no hay. Pero le da miedo.

¿A qué puede temer ya? Nadie lo sabe. Ella no quiere saberlo. La chulada del derrumbe es el placer de los nuevos comienzos.

Se limpia las chatas - diría Má -, se sacude el ego, acaricia el ropero y va a los brazos de Cachetina, aunque sean dos minutos, con eso es.