lunes, 18 de marzo de 2019

Strudel de manzana

Besos. Abrazos. Sonrisas. Empanadas de carne molida y Pepsi. De eso ha sido su día.

De pura familia, vida, amor y dulzura.

- ¿Quién dijo que no se podía? - pregunta retadora la de los cachetes adoloridos de que no le cabe la sonrisa.

Hoy, después de mucho tiempo - meses más o menos- Katrina Pepina es plenamente feliz. No le falta nada. No quiere nada. No necesita nada. Ellos lo son todo. Escorbuto y Cachetina, con sus ojos marrón claro, tan parecidos el uno al otro, la miran por la casa loca de felicidad como una vil cabra. Le abrazan, le miman, la regañan también.

Qué importa. Que digan misa. Que Cachetina corra por la casa llena de tierra en el cabello. Que Escorbuto reniegue porque le toca amasar y armar las empanadas. Qué le hace, - diría sabiamente abuelita - no pasa nada.

Sus gritos y sus risas llenan las habitaciones, calientan la casa de techos altos y corrientes de aire. Se ahuma la cocina.

El corazón de Katrina Pepina se ahuma también. Unas lagrimitas le asoman por los ojos, - si, también por esto chilla - está tan agradecida.

Ellos son las vitaminas de su vida. Son su jala y empuja. Su levántate que si costea. Pedazos de su propia vida con pies ajenos.

- Qué bendición, qué fortuna. - dice, mientras se receta un strudel de manzana y una taza calientita de cacao con los que ama.

domingo, 17 de marzo de 2019

Adornitos y apariencias.

Las personas, indistintamente, cambian día con día. A veces es su cabello, otras, su manera de ver la vida. De repente despiertan un día y simplemente, ya no son lo que solían ser.
Cuando, al amanecer cotidiano, se miren en el espejo, posiblemente no lo noten. Seguro no miraron bien. Siempre a prisa, con la cabeza lejos, con los ojos del corazón cerrados, haciendo guiños, apretaditos y contenidos los párpados, los individuos son incapaces de percatarse de sus propias evoluciones.
Caso aparte en la interacción social. La gente siempre está mirando a la otra gente. Le escuchan. Le rondan. Descubren en el tono de voz la diferencia, el contexto, suponen, se atoran deduciendo cosas que no están capacitados para deducir.
Así le pasa a Katrina Pepina. Así le pasó otra vez. De un profundo cariño y aprecio, de repente le llegó una decepción. De sus propias expectativas, obviamente.
Esque esta señora adorna a las personas como se adorna un arbolito de navidad: les va colgando amasijos, adornitos, escarolas y virtudes virtuales. La pobre gente, ni cuenta. Y ella, viendo muy orgullosa el concepto creado por su torcida mente con respecto al tercero.
Y de repente, cual perro recién bañado, el personaje de estudio decide sacudirse al carajo todo lo que trae colgado.
-¡No te lo quites, te luce bonito! - Le grita Katrina Pepina en su desesperación. No quiere verlos de verdad. Como son. Es más fácil negar viendo, que vivir sabiendo lo que tiene cerca, diario, por buen rato.
Pero ahí está. El lado oscuro del ser. Como una pasta dental apachurrada que muestra inevitablemente su contenido. Innegable. Ni cómo decir que no es...
¿Qué hará nuestra decoradora? ¿Aceptar el pino seco, apreciarle por las pocas ramas verdes? ¿Alejarse antes de que una rama filosa intente sacarle un ojo? No. Quiere volver a colgarle todo. Sabe que es imposible. Que es caso perdido. Y llora. Profunda y amargamente, ante cada vez que la esfera cae. Insiste. Se cansa. Se conmisera. Se cuestiona y hasta quiere preguntarle al árbol, porque no quiere lo que ella le acomoda.
Pero el árbol es así. Y no está en su naturaleza querer estar adornado de cachivaches, sólo por darle gusto a ella. Es, y ya.
¿Cuánto? ¿Cuánto tiempo tardará para rendirse? Alguien digale que está bien rendirse a veces. Que si no le gusta la verdad, no necesita quedarse. Jálenle el cabello. Llévensela lejos. Amarrada si es necesario. Hasta que por fin entienda que hay cosas que sólo son, y ya.
- La estrellita se rompió, pero le voy a hacer un moño - se oye decir a nuestra boba, desesperada, patética negadora.

viernes, 15 de marzo de 2019

Voces

De día. De noche. Aparecen de madrugada, a veces como bálsamo, otras tantas como cuchillo: herramienta útil, insustituible, de habilidades profundas; destructor, punzante, veneno convertido en objeto.

Inevitablemente la persiguen. La rondan. Dulces e involuntarias. Calmantes, dadoras de paz, abrazos a distancia. Patadas ebrias, indiferentes, caducas.

Katrina Pepina anda por la vida tratando de pisar en lo parejo, y llegan. La estremecen. No sabe cuántas son, de dónde vienen. No quiere saber.
¿Será ella una más de todas? Seguramente. En el día, las deja ser, fluir. Las ignora o las defiende. Aunque nunca sabe lo que dicen. Por la noche, entre sueños, las abraza, les sonríe, las entreteje. Las empuja y luego las llora. Constantemente.

Dicen muchas cosas. El clima, la vida, lo cotidiano, el sol. Y más allá, en su corazón, le dicen lo que espera oír. Le hablan, lejos del contenido, de sí misma. De sus miedos y enojos. De sus penas y flores. De lo efímero de su vida.

Hay días que anhela el silencio. Que espera pacientemente hasta que desaparecen. Otros, las quiere ahí, cerquita. Y al final, en la oscuridad y el vacío, se percata de la paz, de lo obtuso del mundo, de la infinita y profunda soledad.

- ¿Cuánto durarán? ¿A dónde van? ¿Me llevan con ellas como las dejo yo conmigo? - Tal vez nunca lo sepa, pero sabe, espera, el día siguiente para escuchar qué traerán.

sábado, 2 de marzo de 2019

De la soledad

Katrina Pepina tiene muchas ocupaciones.

La sociedad espera de ella que cumpla apropiadamente con los roles que, según la era, el feminismo, los movimientos telúricos y los vecinos, son la combinación perfecta para la felicidad.

Cada dia es mujer, madre, esposa a medias - por aquello de la distancia - , empleada, empresaria, mujer del hogar, vecina, la loca que viste raro, y algunas cosas más.

Entre todo eso, cuando la pequeña Cachetina no está - bien sabido es que es el amor de su vida y de su muerte y su otra vida - y el trabajo termina, después de horas incansables, de repente, con la casa toda tirada, aparece el silencio.

La soledad. La ausencia de presencia, decía la prota muy "sabiamente".

Pero, ¿que viene con ella?

La paz. La calma. La consciencia del yo. Del ahora. La melancolía. La verdad.

El uno a uno, que inexorablemente, nos confronta y nos escupe. La certeza de lo inefable de la vida.

¿ Quien soy? ¿Donde estoy? ¿ Porque aquí? ¿ Porqué yo? Se pregunta caminando por la calle con rumbo a la tienda.

En la soledad, se percibe lo breve de la existencia. Los miedos mas ocultos. La realidad escondida detrás de filtros, palabras elogiosas, sonidos estridentes, y vidas sintéticas.

Y se siente miedo. Se contempla el paso del tiempo, el que no juzga, pero no perdona.

Eso piensa Katrina Pepina mientras camina con una botella de lo que completó. Para, al llegar a casa, en sus silencios, acompañada de otra realidad completamente ficticia que verá en la caja mágica, volver a buscar la manera de escapar de la realidad.

Camina rápido, con dudas, pero sin permitirse parecer insegura ante el mundo que la observa.

- Que nadie vea que soy una mentira - piensa. - Que el precio que he pagado por lo que ven es lo que más importa, lo que más vale. Y que cambiaría todo lo que tengo por el abrazo y la risa de los que amo, aquí, a mi lado.

Ojalá se le cumpla. Ojalá llegue el día. Pero sobre todo, ojalá tenga el valor de ser ella quien renuncie a lo que estorba, para quedarse con lo valioso de verdad.