viernes, 23 de julio de 2010

Las contradicciones de lo tangible

Después de la graduación, Katrina Pepina recibió muchos regalos. Un superteléfono super mágico con conexión al espacio. Un aipot rosita. Un ramón de flores.Una bolsa blanca. Dos pares de aretes nice, un anillo como el de los power rangers. Y de ella para ella, una lap.
Y entre el trabajo, las visitas y la corredera, la ingrata no ha tenido chanza de disfrutar de sus nuevos objetos personales.
Un día decidió sentarse a entender el chulicel con tantas aplicaciones hasta que le dolió la cabeza.
Al día siguiente intentó divertirse con la lap. Y como que no tuvo gracia. Sobre todo cuando se la quitaron de las manos para azotarla como si las teclas estuvieran fallando. Decidió guardarla hasta estar sola. Bien sola. Hasta que pudiera acariciarla como se merecía.
Al aipot no le metió música porque no tiene.
Y después de todo eso, lloró.
Lloró de coraje, de impotencia. De carencia de manos.
La pobre no sabe qué hacer con tanto. Nunca había tenido tantas cosas tan bonitas que siempre habia soñado.
¿Porqué las personas somos así? ¿Es una epidemia loca del género humano?
Siempre generando necesidades. Siempre queriendo más.
Ahora Katrina Pepina necesita un maletín, un nuevo ratón, señal espacial, un vestido para teléfono y unas bocinitas para su aipot.
Y le choca.
Ella pensaba que el tener un objeto nuevo te hacía mejor persona, o el tener un título, una cuenta en el banco.
Nada.
Detesta la codicia.
Y tiene que adaptarse a este mundo donde lo material define lo cultural.
Los libros no son así. No importa si son viejos, o están sucios. No se llenan de virus. Se caen y en el mejor de los casos no se rompen. Y después de todo lo anterior, los abres y son perfectos. Sus palabras no se corrompen y no necesitan actualizaciones. Pueden darse eternamente. No sólo a uno. Porque no son egoístas ni "personales". Están hechos para dar, para ser vistos.
Hoy, después de luchar contra la tecnología, Katrina Pepina se estaba amoldando a su nuevo intercomunicador. Y lo perdió.
Y volvió a llorar. No por el valor del los objetos. Por el esfuerzo que tuvieron que hacer para proveerle una comodidad como esa.
Ahora va a golpear al ladrón. Y lo va a hacer llorar hasta que suelte la sopa.
Descubrió que prefiere tener sus pertenencias -aunque sea un cajón- pero estarles echando ojo a diario.

2 comentarios:

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  2. Bueno de nuevo para evitar mis horribles faltas.... Tener lo mas nuevo o lo que los demas desean note hace mejor ...pero ya en estos dias ya no son lujos creo que son necesidades ...... Stay Metal

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