martes, 19 de noviembre de 2024

Otoño

Desde hace días, la temperatura está bajando en el ambiente. La brisa de la mañana llena de rocío fresco los árboles y las personas se abrigan un poco más.

Katrina Pepina no. 

Ella sigue queriendo usar blusas de tirantes y ropa ligera. Vestidos que vuelan con el aire y sus huaraches de veraneo.

Se niega a aceptar que el clima ha cambiado. 

Y no es que deteste el otoño, ya lo ha pasado antes. Incluso lo ha disfrutado. Pero, este año, no quisiera que sucediera. Quisiera poder detener el tiempo y el mundo -como ya lo había intentado hacer en una propuesta política en uno de estos cuentos cuando Peña se lanzaba-. 

Quisiera poder seguir disfrutando del verano, del calor, de las bebidas frías y de nadar en agua tibia.

Pero la vida no es así.

El clima no sigue sus caprichos y el año no va a detenerse solo porque una niña berrinchuda no quiere ponerse calcetines o seguir avanzando.

-Agradecida deberías de estar, - le dicen por ahí. - Tuviste un año increíble. Tu perro no se perdió, casi no has tenido tos. Viajaste sola tres veces a lugares diferentes de la tierra, aprendiste a nadar, te recuperaste de una lesión de rodilla delicada y aprendiste un montón. Conociste personas asombrosas y afianzaste tu vida espiritual. ¿Qué más puedes pedir?

A Katrina Pepina se le olvida. Se le olvida como empezó el año sin la más remota idea de qué iba a suceder. 

Ella recuerda baches, llantos y sustos. A ratos si, momentos increíbles caminando por lugares que sus sueños nunca vieron, sonrisas entre la gente, olores a fruta, café, árboles y tierras nuevas. Abrazos de su hija, saludos felices, luces de colores.

Aún así, se resiste. Se resiste a la vida. Se aferra al pasado y al calor. No quiere suéter, no quiere futuro, hasta el presente se le va. Ha sido un año tan increíble y tan maravilloso que ella quiere quedarse sentada aquí, quietecita, esperando que nadie quiera irse. Que el calor perdure, que los abrazos no se extingan, que el café de la mañana no se enfríe y siga dulce. 

Pero la vida no es así.

Díganle, díganle que la vida pasa. Que los tiempos cambian y las personas también. Díganle que nada es para siempre y que no tiene nada de malo ponerse un suetercito si se tiene frío, que también es placentera la soledad y la incertidumbre, que el invierno debe venir para que los árboles vuelvan a florecer. Como ella.

Ella es un árbol, ella es árbol. Es sol y lluvia. Tierra y lágrimas. Sal y luz. Trueno y voz. Silencio.

Mira alrededor. Despierta. Los pájaros cantan antes de dormir. El sol se esconde entre reflejos naranjas y paisajes amarillos. El viento frío le roza la cara. Tiembla. Su vestido ligero se mueve y ya no es suficiente. De verdad las cosas han cambiado. Ella también.

Camina a casa y se abraza en el trayecto. Una nostalgia llena de ternura y gratitud le inunda el pecho, lágrimas. Un té caliente, un suéter suave. Calcetines de colores y una cama tibia. Escorbuto cocinando, Cachetina entre sus brazos y el caniche con su chaleco, mirándola desde el sillón. 

Eso será el otoño, tal vez también el invierno. La vida seguirá su curso y las vidas también. Nadie sabe lo que sigue, pero ahora no importa mucho. Con que se disfrute el hoy.

-Ya no tengo frío. - Dice la mula, tomando atole de trigo.