Empezando por el final de sus ideas, -pues las últimas son las que tiene más fresquecitas- Katrina Pepina ha decidido alejarse del chulifon móvil y sus maldiciones.
-¡¿Cómo, por qué?!- se escucha nunca decir a nadie.
Pues resulta y resulta que esta fresca, lozana y juvenil chica ha sido atrapada por la sensualidad y adicción enfermiza a las redes sociales y sitios web.
Oh si. El chisme perpetuo, la frase infructuosa, la foto del día, los desconocidos hechos bulto para no sentirse solos. Las vidas perfectamente imaginarias y estructuradas de la multitud que pretende ser más de lo que es porque siente que es poquito. Las vidas perfectas de gente perfecta que no existe.
De que aprendió, aprendió. Rió bastante en silencio -los jajajas escritos que no emiten ni sonrisa ni sonido-, se jactó suficiente, leyó una y otra vez frases virtuosas de libros y autores que nunca leyó. Sintió el mundo en la palma de su mano.
-Un mundo patético y lleno de mentiras en el que todo es intangible, inexistente. Abstracto y posiblemente falso.
Y como ya le empiezan a dar ataquitos de abstinencia -despertadas en la madrugada, sueños de checar el chulifon, depresiones por "vistos" y cosas así- entonces se va.
Si señores y señoras y seños. Se va. Porque la vida se le va pasando. La de a de veras. En la que no se puede mirar hacia atrás ni darle con el scroll a su antojo, ni mentirles a todos diciendoles que se es un winner o un racimo de plena felicidad.
-Me voy con mis amarguras, no sé cuando volveré. Evítense etiquetarme, guatsapearme o retuitearme por favor. Al cabo ya saben donde vivo y donde duermo y donde ando. Ahí me pueden hallar. Si me hallo yo primero.
Nadie sabe cuánto tiempo se alejará del mitote esta mujer. un día, una hora, seis meses. Pero cualquier descanso de la falsedad -ajena y propia- se agradece.
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