miércoles, 31 de enero de 2018

Nocturno

Y  de repente se vió Katrina Pepina desvelada, descompensada, deshidratada.

Temerosa de la muerte y de la vida. De los demás y del yo mismo. Sola. Amando de manera indescriptible, sufriendo cada día la pérdida inevitable, entregada. 

Entre tanto, los tiempos inútiles rondaban su vida, vacíos, pero llenos de basura. Imágenes, conceptos, videos, recetas y sentimientos que pasaban frente a sus ojos, luces coloridas y neones, escalas de grises transmitiendo sobriedad u osadía. Valor para alguien, nada para la mayoría.
Ideas hechas luz. Ideas de otros que le robaban la calma, el tiempo, la existencia. Que acallaban su propia voz y arrancaban la perspectiva de su realidad.

Espectadora.
De todo y todos, menos de sí. Con vista corta, que sólo apreciaba la cáscara evidente.

Perdida.
Una mandarina convirtiéndose en toronja. Quejante. Cobarde. Dudosa e incierta. Enfermiza.

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Porqué?
Le pregunta a lo que de ella queda. Rescoldo de luz entre tinieblas. 

Se descubre guardando todo lo mejor para los amados. El marido leal, la dulce hija. Sonrisas para los hermanos. Pero cuando nadie está, ¿dónde está ella?

Si. A veces brilla. Hoy no. 

En sus espacios de soledad empieza a esconderse detrás de una cerveza. De vino tinto. En el fondo del vaso encuentra la falsa alegría, el carácter afable, ligereza de conflictos. Es tentador.

Infeliz.
Desbordada de melancolía. Sin saber de qué, o de quienes. Sabiéndose dichosa, más que nunca. Pero inevitablemente incompleta.

Gratitud, gratitud es la palabra. Se la fue comiendo el tiempo, el dolor, el olvido.

Y después de aterrizar las letras, de renegar y escupir a voluntad, al mundo, al espejo, al pasado y al futuro, descansa. Se prepara para intentar otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario