miércoles, 27 de febrero de 2019

Al diablo

- Al diablo todo - ha dicho. Y se ha puesto a llorar.

No está segura de quién se trate, de qué tan malo sea, pero a todos mandó para allá.

Espera profundamente que sea tan bueno en ocasionar agonías, cómo suelen platicar. Y que sea también tan bueno como para querer hacerle el paro y darles una revolcada a todos los infelices que van por la vida felices, mientras nuestra actriz dramática de pacotilla se agenda las ofensas y las toma a cuenta.

Víctima hoy. Patética. Sufridora por elección.

Según dicen los que saben, cada quien elige cómo sentirse. Cuánto le afectan las cosas. Dónde sufrir y con quién.

De todos los padeceres de este largo y desgastante día - mes, diría yo - el que más le preocupa a nuestra dama en apuros es el nuevo camino que tendrá que tomar para ir a las tortillas. Y esque le encantan esas tortillas y aunque le suelten los perros o le avienten el contenido de las bacinicas por el balcón, se niega profundamente a renunciar a esas preciosas caminatas en compañía de su hija a comprar el manjar de los dioses mexicas.

- Me importa un silbato - se oye decir, culta y propia como siempre - yo voy a ir por mis tortillas.

Es así como entre estas letras, la ira se va un poquito. La risa se asoma a ratos, y la vida sigue, llenando de fortuna y espera a la niña, madre de otra niña.

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