jueves, 26 de agosto de 2010

abc

Katrina Pepina tiene unas grandes amigas. Las letras.
Les encanta jugar juntas a cada rato. Katrina Pepina las toma de la mano y se las lleva corriendo por el cerro, brinca que  brinca. Piedra tras piedra. Las menea y las forma de un lado y luego del otro y las pone de cabeza.
Cada día amanece distinto y ellas juegan a formarse de todas maneras sin decir nada.
Son como la colita de un papalote, suaves, flexibles, eternas.
Ella sabe que siempre le han de acompañar. Son como su Sancho Panza, escuderas fieles en un burrito de planchar.

Juegan a hablar sin decir nada:
-El consorcio ominioso de la ternura idolatrada con el aspecto de la concepción eterna de los placeres banales y la inconclusa esperanza de la reticente acera dulce en un tierno nocturno cantado a pleno sol...

Y luego, se miran unas a otras y ¡sueltan la carcajada!

Todos esperan ser distintos, distintos y únicos de a deveras. Pero hay mil pintores buenos, cientos de poetas, gimnastas y bailarinas desconocidos pero eternos.
Entonces, ¿cómo puedo saber cuál es la característica que de verdad me hace totalmente distinta y especial?

-Yo juraría que son esos bigotes verdes que no cualquiera tiene...

Pero más allá del transporte físico que me acarrea, que me arrastra literalmente cuando enfermo, hay algo adentro, en la panza, o a lo mejor en la tripa flaca, que me hace diferente.

Qué maravillosa y sabia creación la que me acomodó aquí, que ciclo más perfecto el que te puso a mi lado.

Y mientras vivo y mientras muero, espero que esas fieles amigas llenas de jugo me sigan salpicando la cabeza y sigan llegando a mí como puedan, chuecas, mal acomodadas, pero siempre aquí.

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